Últimamente oigo la palabra resultados por todas partes. Mucha gente parece estar buscando resultados en todo lo que hace, cueste lo que cueste. Y poca gente parece darse cuenta del coste que tiene enfocarse únicamente en los resultados.
Y puedes buscar resultados al emprender tu propio negocio o un proyecto dentro de una organización, o una carrera universitaria.
Pero el concepto de resultados como única ruta de esfuerzo y sufrimiento inevitable para conseguir lo que quieres está agotado.
El concepto de resultados entendido como un camino de continuo crecimiento y aprendizaje en el que vas haciendo lo que realmente quieres, ha llegado. Y ha llegado para quedarse.
Si el mercado laboral cambia, tu también cambias
Hasta hace muy poco (y todavía quedan algunos) habían trabajos a los que la gente les dedicaba su vida laboral, hasta 30 años o más. Eran trabajos donde no te planteabas cuánto te gustaban, cuánto disfrutabas o cómo de realizado te sentías. Sencillamente intercambiabas entusiasmo por seguridad y estabilidad económica. No explorabas más y te decías: ¿otras oportunidades? ¿para qué? tengo un trabajo seguro, ¿para qué quiero más?.
Hoy esta realidad del mercado laboral ha cambiado, los trabajos ya no son para siempre y cada día hay más personas que aceptan y deciden no esperar a ver qué ocurrirá. Prefieren afrontar la nueva realidad laboral empezando a experimentar el cambio por sí mismos. Y deciden emprender nuevas carreras, nuevos trabajos, nuevos estudios, nuevos negocios.
Lo que me encuentro de forma consistente en la mayoría de casos es un denominador común: que se tiende a orientar todo a los resultados, solamente a los resultados. Se piensa mucho en lo que podría darnos ese trabajo y muy poco o nada en el esfuerzo y el coste personal que nos supondría mantenerlo.
Están aquellos que quieren hacer un cambio de orientación profesional radical porque están cansados de trabajar en algo que no les llena, o aquellos que acaban o están a punto de terminar la carrera y se han pasado los últimos cuatro años estudiando algo que realmente no les entusiasmaba y ahora no saben qué hacer.
¿Que les ha pasado? Pues que, otra vez, han pensado únicamente en el resultado: el trabajo que conseguiré, la carrera con más salidas laborales, las puertas que se me abrirán….
Y así, me encuentro a diario con abogados que quieren ser cocineros, médicos que quieren ser jardineros, ingenieros que quieren ser cantantes, funcionarios administrativos que quieren ser bailarines, financieros que quieren ser diseñadores, gerentes que quieren ser bibliotecarios y podría escribir un folio entero…
¿Intelecto vs instinto?
Nos han educado (¿o adoctrinado?) en la importancia del intelecto y la irrelevancia del instinto. En que lo importante es pensar las cosas bien, con sentido común, con seriedad, con criterio… ¿con el criterio de quien?
Todo hay que pensarlo mucho y tanto pensar, tanto pensar, nos olvidamos de sentir. Si nos parásemos a imaginar con profundidad como sería nuestra vida con cada alternativa que nos planteamos y nos permitiéramos sentir las emociones que nos producen, sin miedo a qué pensarán otros, a quién voy a decepcionar, a cómo me voy a ganar la vida con eso… nos podríamos dar cuenta de muchas cosas.
Investigar cada opción, dedicarle tiempo e imaginarnos con detalle en esa realidad, es un ejercicio vital para encontrar respuestas. Cuando te atreves a vivir como si eso que imaginas fuese real, te llegan respuestas con una nitidez aplastante.
¡Pero no! Ahí estamos dale que te pego al pensamiento, a lo que toca , a lo que debe ser, a lo que es más apropiado….. ¿para quién?
¿Qué tal centrarte en lo que quieres y no en lo que obtienes?
Hacer una carrera está muy bien, yo misma tengo un buen expediente académico (Carrera universitaria, MBA en Londres, varios idiomas) y leo todo lo que cae en mis manos. Pero la universidad no es la única ruta y si finalmente decides que estudiar es tu camino, hazte un gran favor y céntrate en estudiar únicamente aquello que te gusta.
De la misma forma, si decides trabajar, no te dejes llevar por la idea de que no hay para elegir ¡esto es sólo una creencia colectiva! Tú puedes elegir trabajar en aquello en lo que realmente te haga vibrar, lo que te haga saltar de la cama por las mañanas, lo que te entusiasme, lo que te apasione.
¿Resultados? ¡Olvídate de los resultados y de que harás con el título (aparte de quitarle el polvo una vez lo enmarques y lo cuelgues en la pared)!. Descarta elegir una carrera por las salidas profesionales que tiene, no aceptes un trabajo sólo por el sueldo o por el horario.
Las decisiones que tomas en función de los resultados que esperas obtener resultan más duras, más difíciles, más forzadas… y no hay garantías de resultado.
Las decisiones que tomas desde el entusiasmo, desde la pasión que sientes por lo que deseas emprender, desde la alegría de despertar cada mañana emocionado y comprometido con lo que te espera… son decisiones que llevan a acciones más sencillas, de mayor disfrute, más fluidas… y entonces el resultado viene solo. Te busca sin tu esperarlo.
Se trata de conceder mucha más atención a lo que haces que al resultado que esperas obtener. Además, y sobre todo, cuando te entregas al presente, el esfuerzo y la infelicidad se diluyen, se disipan y tu vida fluye con mucha más alegría y satisfacción.
Enfócate en la acción misma y el resultado vendrá cuando corresponda.
Estamos viviendo un nuevo paradigma, pon todo tu empeño en hacer para fluir, hacer para disfrutar, hacer para satisfacer.
No te empeñes en hacer para obtener, olvídate, es un concepto agotado.
Como dice Mabel Katz “todo lo que necesito viene cuando le doy permiso”.