La semana pasada me llamaron varias clientas porque querían perder peso y querían un proceso de coaching para guiarlas.
Tal vez tu también estés en ese momento en que rumias hacer dieta.. ¡OTRA VEZ!.
Y tal vez no quieres empezar porque ya sabes lo que te espera.
Tus experiencias pasadas de privaciones, sacrificios y disciplina férrea te hacen proyectar un futuro inmediato lleno de frustraciones y rabia contenida cuando piensas en empezar DE NUEVO otra dieta.
Así no es fácil motivarse ¿verdad?.
Siempre empiezas en modo optimista y motivado pensando que esta vez será la definitiva, que cuando alcances tus peso ideal te cuidarás y no vas a recuperar lo perdido. Acabas la dieta, vuelves a la normalidad y entonces tu vida se va llenando y ocupando y el peso empieza a volver.
Al final mantenerte delgado acaba siendo otra fuente de ansiedad o de estrés para ti.
La mayoría de las personas se centran casi exclusivamente en los aspectos físicos de la pérdida de peso, como la dieta y el ejercicio. Pero hay un componente emocional con respecto a cómo nos relacionamos con los alimentos, que no se suele tener en cuenta. Sin embargo, es la clave del continuo fracaso de las dietas y el consiguiente efecto rebote por el que se gana hasta un poco más del peso perdido.
Dieta y efecto rebote, ¿se puede evitar?
Además de la alteración emocional que conlleva hacer cualquier dieta, hay que añadir también el sentimiento de culpa que sueles generar cuando ya has hecho otras dietas y has recuperado el peso perdido e incluso más, por el efecto rebote.
Si es tu caso, por favor, deja de culparte y perdónate ahora mismo por haberlo hecho. Sigue leyendo y entenderás el por qué debes hacerlo.
Hace tiempo leí acerca de un estudio que se hizo en Minessota (Minnessota Starvation Study), en los años 40 con un grupo de hombres jóvenes y voluntarios que se sometieron a una dieta de 1.600 calorías/día durante 6 meses. El estudio tenía la finalidad de obtener información que ayudase a rehabilitar a los millones de personas hambrientas que resultaron de la Segunda Guerra Mundial.
Se pudo comprobar que los efectos de la dieta en los participantes fueron muy severos tanto física como psicológicamente y eso que era una dieta hipocalórica más generosa de las que muchos dietistas recomiendan hoy.
Al terminar la dieta y volver a su vida normal, muchos de los participantes se convirtieron en comedores compulsivos, su autoestima se desplomó, se volvieron nerviosos, apáticos, ansiosos, solitarios y su entorno social y familiar se vio afectado. Esto es lo que el hambre, incluso con una dieta voluntaria, puede hacerle a la psique humana.
Parece ser que después de someter el cuerpo a una dieta, se necesita comer más de lo normal y que el comer en exceso es un efecto biológico y normal del hambre y la pérdida de peso. Además, el hecho de restringir la comida y sentir hambre constante, convierte la comida en lo más importante en la vida del que hace dieta, volviéndose un pensamiento central y único.
¡La fuerza de voluntad no funciona!
Debes saber que la fuerza de voluntad no funciona, es más, es contradictoria. Es sólo un remedio temporal y no una solución definitiva.
La clave está en comer con conciencia.
Y es lo contrario de lo que solemos hacer: tenemos hábitos bastante nocivos tales como comer mientras hacemos algo más, comer cualquier cosa en cualquier momento, no vigilar las porciones que ingerimos… en muchos casos comemos por razones emocionales y no porque tengamos hambre.
La realidad es que son los pensamientos y las emociones y no la necesidad biológica, lo que nos hace comer de una forma o de otra, lo que nos hace hacer ejercicio o dejar de hacerlo… el cuerpo es un reflejo físico de las elecciones (mentales y emocionales) que vas haciendo en tu vida.
La forma en que comemos refleja la forma en que pensamos.
Aprender sobre calorías, proteínas, carbohidratos, rutinas deportivas para mejorar abdomen o glúteos… toda la información que adquieras es importante y te ayudará a una pérdida temporal de peso, pero NO es la solución.
La solución está en transformar tu conciencia, en darte cuenta de lo que sientes, en gestionar tus pensamientos, en ser tú quien decide lo que quiere de verdad comer y no un pensamiento furtivo fruto de la ansiedad, o un temor, o inseguridad, o indecisión ante alguna situación que estás viviendo y que te hace abrir la puerta del frigorífico sin siquiera darte cuenta de que lo estás haciendo.
Para perder peso hay dos opciones: hacer una dieta o hacerla como algo más elevado, más grande, más satisfactorio.
Hacer dieta sin más no motiva, te lleva a una batalla diaria contra el hambre y el autocontrol y esto es una forma de vivir muy poco satisfactoria.
En cambio, si supieras que comienzas un proceso de pérdida de peso que será definitivo y que funcionará de una vez y para siempre, podrías vivir la pérdida de peso con satisfacción en lugar de con represión. Y la satisfacción lleva a entusiasmo y entusiasmo lleva a resultados.
Se trata de confiar en tu cuerpo, de no pelearte con él. Todo esto tiene que ver con estar atento a los mensajes que te llegan y que conectan mente y cuerpo.
Convierte tu cuerpo en tu aliado para encontrar una mejor forma de vivir.
Algunos consejos que te sugiero para que puedas afrontar perder peso de forma diferente:
- Céntrate primero que nada en la auto-observación. De la misma forma que prestas atención a tu trabajo, a tus hijos y a todo lo que te rodea, te reto a que te prestes atención a ti mismo, estando alerta a lo que estás sintiendo y pensando cada vez que vas a comer o comes algo.
- Escribe tus hábitos alimenticios, tus pensamientos respecto a lo que comes, en qué momento lo haces y reconoce desde dónde comes.. ¿desde la rabia, desde la quimera, desde el gusto por alimentarte bien? Hacer este reconocimiento diario te ayudará mucho a auto-observarte.
- Empieza a pensar en la pérdida de peso como una serie de victorias de cuatro días. No pases de 2.500 calorías a 1.200 de golpe ni hagas ejercicio todos los días para empezar. Esto te llevaría a una pérdida de peso repentina pero violenta y fugaz.
- Reduce las calorías y las cantidades cada cuatro días y mantenlas hasta que veas pérdida de peso. Lo mismo con el ejercicio, auméntalo progresivamente cada cuatro días.
- Comprueba como vas perdiendo peso cada cuatro días y te será fácil mantenerte porque te vas a sentir muy motivado.
- Prémiate por alcanzar los objetivos de cuatro días (con cosas que te gustan: ver tv, leer, salir con tus amigos, ir a la peluquería, hacerte un masaje..).
- No te saltes el premio: es muy eficaz porque desencadena la producción de las mismas hormonas opioides (endorfinas y encefalinas) que el comer y tendrás menos apetito porque te sentirás muy bien.
Los cambios significativos necesitan victorias prontas, necesitamos tener evidencia de que nuestros esfuerzos están dando frutos para mantener el entusiasmo y la motivación. Cuatro días es lo mínimo para crear un poco de pérdida de peso y también el mínimo tiempo para empezar a acostumbrarse a comer menos.
El cuerpo es un maestro que nos está enseñando continuamente pero nosotros nos resistimos a recibir sus lecciones con rabia y resistencia hacia nuestros cuerpos, nuestras emociones y nuestras situaciones. Observa, reconoce y acepta la información que te envía tu cuerpo. Acepta las emociones que te llegan.
El cambio efectivo empieza con la aceptación de que todo lo que pasa en tu vida en el momento presente es necesario para sostenerte y ayudarte a avanzar.
Observa con compasión cualquier vestigio de ti mismo cuando te sientas frustrado, enfadado o queriendo comer en exceso y es probable que consigas que esos impulsos alimentarios que han dominado tu vida, esta vez se alejen y dejen espacio a tu propia paz.
Si decides hacer dieta y un plan de ejercicio que la complemente, sigue estos consejos y completa la tarea aprendiendo cada día a ser tu mismo, creciendo en madurez y viviendo en armonía con tu vida, aceptando las limitaciones y las carencias y queriéndote tal y como eres.
Lo prioritario es vivir con gratitud por la edad, la talla y la belleza que posees.
El peso irá cayendo y esta vez para siempre.