La incertidumbre, los celos, el rencor, los miedos, la envidia, (por muy sana que sea), vienen de una parte interna que se presenta de repente y, sin más contemplaciones, interrumpen tu vida, alteran tu estado de ánimo y te hacen tomar decisiones totalmente inadecuadas para ti.
Y con esto, la dispersión aparece, campa a sus anchas y el enfoque sostenido que necesitas desparece. Y te lías, se te van las horas sin conseguir algo sólido, te preocupas, te pones nervioso y así no hay creatividad posible.
No vienen ideas nuevas, las opciones se reducen… sientes que te atascas y que no avanzas.
La envidia es un indicador que que no estás pensando en ti..
Puede que sientas celos profesionales, esos que te hacen sentir pequeño cuando escuchas a alguien dar una conferencia extraordinaria. O cuando ves como diseñan otros y sientes “¿dónde voy yo con los profesionales tan buenos que hay ahí fuera? …”
Es esa envidia que sientes –y que llamas “envidia sana”- cuando un colaborador tuyo alcanza un éxito importante. O cuando ves a ese compañero tuyo que ha publicado su tercer libro y tu todavía estás pensando en escribir el primero. O cuando alguien lanza su web y la tuya está desde hace meses en proceso de creación.
Son pensamientos que nos producen emociones de las que no somos conscientes porque continuamente hay cosas, situaciones y personas que nos resultan incómodas, desagradables o incluso insoportables. Algo que aparece y de entrada rechazamos pero que no se va, se queda rumiando en tu mente y robándote la atención de dónde tu quieres ponerla.
Y toda esa falta de enfoque, ese malestar que te llega te hace sentir que no eres esa persona ideal que te gustaría ser y esto le resta valor al ser que realmente eres.
Y ahí está el origen de nuestros sufrimientos: en que nos empeñamos en querer ser o tener algo distinto de lo que somos o lo que tenemos.
¿Cuántas condiciones te impones para poder hacer algo? Escribir ese libro, visitar a ese potencial cliente, dar esa charla, o sencillamente decirle a tu pareja algo que no te gusta y que haces por obligación. También ayudar a ese amigo a costa de dejar de lado algo importante para ti, sólo por evitar decir que no, o tal vez las vueltas que le das a cómo explicarle a alguien algo para evitar que se enfade o se moleste…
Haz alquimia con tus pensamientos…
¿Cómo convertir lo negativo que piensas en acciones positivas? ¿cuál es la forma de lograr querernos y aceptarnos tal y como somos en cada momento, con los pensamientos y emociones que nos surgen? ¿cómo hacer hueco para todo esto y no dejarnos llevar por los temores? ¿cómo poner a un lado esos miedos y seguir adelante con nuestros objetivos?
Primero:
Responsabilízate de lo que vives en cada momento para evitar la dispersión y no perder el foco. Hay que aprender a hacerle espacio a todo lo que se siente, lo bueno y lo malo, hay que observarlo y vivirlo con consciencia y aceptación.
Segundo:
No rechaces algo tuyo, ni lo que eres ni lo que sientes porque al hacerlo, de forma inconsciente se lo asignas a los demás: a tu socio, a tu pareja, a tus amigos… y la envidia sana, los celos o lo que te despierten no son más que un reflejo de tus propios temores.
Esto técnicamente se llaman proyecciones: es cuando ves fuera lo que está dentro de ti. Las proyecciones son información: cuando estás dominado por una emoción dejas de ser objetivo y pasas a ser subjetivo, a proyectar.
Tercero:
Asumirte como tal cual eres y con lo que sientes, sin rechazar nada, para poder aceptarte y quererte. La energía de la aceptación y el cariño no deja espacio para que las emociones de baja frecuencia te asalten.
Esto significa que cuando te aceptas y te quieres entras en una frecuencia energética alta, con emociones muy positivas y donde las frecuencias energéticas más bajas (como el miedo, la envidia, la vergüenza) no llegan y no te encuentran.
La transformación
De la misma forma que la alquimia transformaba metales en oro, tú puedes transformar tus pensamientos y las emociones negativas que te descentran en elementos catalizadores para tu inspiración y enfoque sostenido. ¿Cómo? Tomando acciones concretas que te centren en tu presente.
Si poco a poco, vas poniendo la atención en ti mismo, las puertas irán abriéndose, aparecerán nuevos horizontes, nuevas soluciones que antes no se te ocurrían. Estarás haciendo alquimia con tus pensamientos y obteniendo nuevas formas de vivir la vida.
Podrás entender muchas cosas y aceptar otras tantas más. Cuando comprendes, dejas de luchar contra lo que no te gusta y dejas de perderte mirando al personaje ideal que quieres ser para mirar más al ser real que eres.
Soñar con un futuro para saber hacia dónde ir es imprescindible, PERO, y aquí está la clave, no confundas pensar en el futuro con huir de tu presente.
La alquimia está en hacer el cambio al presente desde el futuro incierto que imaginas.