En este post te voy a hablar de comunicación. Porque lo que hablas, lo que expresas y cómo lo haces determina lo que ves, lo que sientes y lo que consigues.
La comunicación es vital en nuestro día a día. Una comunicación apropiada marca grandes diferencias en los resultados que obtenemos en cualquier ámbito, ya sea en el trabajo, en casa, con los amigos o con la familia.
Pero ¿has pensando la importancia que tiene el cómo te comunicas contigo mismo?
Pues te anticipo que es algo así como tener el As de Corazones, o encontrar la llave del tesoro, o la madre del cordero… Vamos, que en la comunicación está el meollo de la cuestión.
¿Cómo te hablas a ti mismo?
Hace poco un cliente me planteó esta reflexión: “yo voy de buena persona, de educado, de honesto, de justo. Me gusta trabajar y que mi equipo se sienta satisfecho. Soy respetuoso y creo de verdad que soy un buen jefe. Pero también creo que por serlo, a veces la gente se aprovecha de mis buenas intenciones y abusa de mí y estoy pensando que tal vez debería ser un poco más perverso y menos bueno”.
Esta reflexión le surgió por un malentendido que ocurrió en su trabajo. Hay alguien en el equipo directivo, del que él forma parte, que nunca responde a sus correos ni le devuelve sus llamadas. Siempre está muy ocupado y nunca responde. A él esto le molesta sobremanera pero siempre espera (impacientemente) la respuesta que nunca le llega. Sin pronunciarse.
Este tema es una constante en su día a día, muy a menudo siente que “está siendo demasiado bueno” y percibe que esto hace que algunos compañeros abusen de él.
En una reunión con el presidente de la compañía, surgió una duda y él interpretó que se cuestionaba un área de su departamento. Se preocupó y quiso tener información detallada para quedarse tranquilo.
Como la vida es muy juguetona y te trae siempre situaciones que te reflejen un conflicto tuyo, ¿sabes quien tenía la información que él buscaba? Pues sí, la tenía ese director que nunca le respondía.
Así que, una vez más, él le escribió y le llamó para pedirle información porque estaba preocupado.
Y, como siempre, él no le respondió. Y mi cliente esperó. Un día. Dos días. Una noche sin dormir bien (más bien sin dormir).
Finalmente, después de dos días de esperar una respuesta que no llegaba y sintiéndose nervioso, enfadado e inseguro, mi cliente le escribió de nuevo reclamando una respuesta inmediata y expresando su malestar por la falta de respuesta.
A los cinco minutos recibió la llamada del otro director y le dio toda la información que necesitaba. Y se resolvieron todos los problemas que él había imaginado que iban a producirse durante los dos días que esperó la respuesta.
Porque en realidad, esos problemas nunca habían existido. Sólo él los había imaginado.
¿Y que tal si dices lo que quieres? Sin más…
¡Cuanto tiempo perdido y cuanto desgaste energético! Y todo para llegar a la conclusión de que tengo que dejar se ser tan bueno y ser más perverso, aunque no me guste. En lugar de voy a explicar con claridad cómo me gusta trabajar.
Puedes explicar muy bien cómo te gusta funcionar. Establecer tus limites y dejar bien claro cómo prefieres trabajar. Al no hacerlo estás dejando espacio para la confusión o los malos entendidos. Si no comunicas bien lo que quieres, lo que piensas y lo que necesitas, será muy difícil que los demás adivinen tu deseos y preferencias. Tan sólo asumes como será pero no pones los medios para que así sea.
Pero claro, para poder comunicar de forma clara y asertiva a los demás ANTES hay que establecer una buena comunicación interna con nosotros mismos.
Si no obtenemos la respuesta que buscamos tendemos a dudar de nosotros mismos y nos hablamos en estos términos: “no lo estoy haciendo bien, si voy de bueno me toman el pelo”; “si no me enfado no me respetan”, etc.
Y esto se aplica al cliente que no te contesta, al marido que te ignora, al amigo que se hace el loco o al jefe que no te toma en serio.
Preferimos vivir el malestar que nos produce sentirnos ignorados antes que sacar coraje y dar el paso que nos saque de esos pensamientos que tan poco bien nos hacen.
Y antes de saltar y cambiar esa comunicación interna tuya, te quedas atrapado en ese malestar y empiezas a dudar de ti mismo malamente: “voy a dejar de ser bueno, ahora voy a ser perverso y se van a enterar”.
Y más confusión, más malestar, más problemas…. Así somos.
¿Y si empiezas a hablarte con conciencia de cómo lo haces?
Y sabiendo que hablarnos así nos hace sentir mal ¿por qué lo hacemos? porque es un terreno que ya conocemos, ya nos hemos familiarizado con la sensación de “ir de tonto, o de bueno al que le toman el pelo”. Es una emoción conocida, un malestar que nos resulta familiar, que ya sabemos lo que es y sabemos que más pronto o más tarde pasará. O lo que es lo mismo: más vale bueno conocido que malo por conocer.
¿Sabes lo que ocurre cuando no te hablas bien y te juzgas a ti mismo? Que te maltratas: el juicio es un maltrato hacia ti, el juicio es tu ego dudando de ti mismo.
Siempre que dudes de ti, te van a venir situaciones que harán que te juzgues todavía más y en las que lo vas a pasar mal.
Mira bien lo que te está pasando y cómo te hablas porque ahí hay mucha información. Observa como te hablas y píllate cuando te hablas mal, ahí vas a encontrar la clave de por qué te desagrada lo que está ocurriendo.
Si te hablas dudando de ti y te dices que lo que estas haciendo no está bien (de forma inconsciente), te estás negando a ti mismo. Dejando de ser tú.
Y cuando dejamos de ser fieles a nosotros mismos y no actuamos en coherencia con nuestro sentir, el conflicto está garantizado. Y te adelanto que las decisiones que salen de ahí no van a sumar mejoras.
No pierdas oportunidades de conseguir ese proyecto que quieres para tu empresa, o esa pareja que sueñas, o ese trabajo que te ilusiona.
Para lograrlo puedes comenzar por tomar conciencia de cómo te comunicas contigo y con los demás.
Asumir que los otros van a saber lo que piensas sin expresarlo claramente es una osadía y una decepción más que probable.
Háblate bien, con seguridad, con cariño, con bondad y con compasión.
Conseguirás que los demás se comuniquen contigo en el mismo lenguaje.
Conseguirás evitar tu decepción en sus respuestas.
Conseguirás comunicarte.