¿Te ha ocurrido que te has propuesto hacer un cambio, has empezado muy bien y en muy pocas semanas -o días- has desistido? ¿Te pasa que no puedes cambiar?
Hay dos tipos de personas: las que quieren cambiar y las que no quieren cambiar.
Las que quieren cambiar, cambian. Y las que no quieren cambiar, no cambian. No existe el grupo de las que quieren cambiar y no pueden.
Es posible que tu mente te cuente que quieres y que no puedes, pero eso es una distorsión, la realidad es que si no hay cambios es porque tú todavía no has tomado la decisión de hacerlo.
Y aquí hay una clave importante: ¿te has parado a pensar qué beneficio o placer encuentras en tu viejo hábito? Porque te aseguro que la comodidad que hay ahí para ti, es todavía mayor que tu deseo de cambio. Y escucha: ¡¡¡NO PASA NADA!!!
El cambio lo decides cuando te cansas de vivir la misma situación de forma repetida. De actuar una y otra vez bajo los mismos patrones. Haces lo mismo, mantienes las mismas relaciones… vives de acuerdo con creencias y programas que has aprendido pero que no te pertenecen y mucho menos te representan.
Y muchas me preguntáis: ¿pero cuantas veces tengo que repetir y vivir lo mismo? Y la respuesta es: repites todas las veces que lo necesites. Hasta que llega un día en que dices, “yo esto no vuelvo a vivirlo, ya lo he aprendido”. Ya no quiero seguir viviendo una vida prestada.
En definitiva, hay un día en que te cansas de vivir detrás de una máscara, de aparentar que todo está bien y sientes una llamada mucho más profunda y robusta hacia el cambio. Algo te mueve con mucha más fuerza que cualquier limitación que te puedas encontrar.
Cuando te llega esa llamada ya no hay excusas, ni justificaciones y ya no existen obstáculos de ninguna índole.
La adicción a lo viejo va desapareciendo y el miedo a lo nuevo se convierte en una fuerza imparable de avance.
Estate alerta a las señales…